LA JUSTICIA DE DIOS

LA JUSTICIA DE DIOS.

SALMOS 35:19 No permitas que mis enemigos traicioneros se regodeen en mi derrota; no permitas que los que me odian sin motivo se deleiten en mi tristeza. 22 Oh SEÑOR, tú sabes de todo esto; no te quedes callado. No me abandones ahora, oh Señor. 23 ¡Despierta! ¡Levántate en mi defensa! Toma mi caso, Dios mío y Señor mío. 24 Declárame inocente, oh SEÑOR mi Dios, porque tú haces justicia; no permitas que mis enemigos se rían de mí en mis dificultades. NTV.

En el mundo, existen personas que sin motivo tienden a guardar rencor contra su prójimo. Muchas veces este rencor se debe principalmente a la prosperidad de los demás, ya que la envidia les corroe, y no quieren ver a nadie más prósperos que ellas. Dominados por ese sentimiento negativo e injustificado, planifican maldades para hacerles tropezar y no sigan prosperando en la vida. Al igual que en la actualidad, en el pasado vivían personas que sin ninguna clase de razón o motivo odiaban a los demás, y siempre planificaban maldades para hacerlos tropezar, con viva intención de que no se vuelvan a levantar de su caída. Esta clase de odio injustificado lo vivió el salmista en su carne.

David al sentirse traicionado por sus enemigos y odiado por personas que ni siquiera conocía, extendió su clamor al Señor para que le liberara de toda maquinación maligna. David pidió a su Creador, que no permitiera que sus enemigos se regodeen en su derrota; ni tampoco que los que le odiaban se deleitaran en su tristeza. Las personas malvadas, cuando sus planes llegan a tener éxito, se regocijan y se deleitan al ver a sus víctimas enfrascados en la tristeza profunda, inclusive, alardean de sus logros alrededor de ellos. David no quería que sus adversarios tengan la posibilidad de verle triste. o peor aún, derrotado a causa de sus malvadas maquinaciones.

David pidió al Señor, que no le dejara abandonado a merced de sus enemigos, le pidió que se levantara en su defensa, tomara su caso en sus manos. En su momento de aflicción, David apeló a la justicia divina, pues reconoció que solo Dios era el juez justo, y que le juzgaría sin ninguna clase de favoritismos. Que estudiaría minuciosamente su caso y las evidencias de que él, no había tramado ninguna clase de maldades contra las personas que querían verlo destruido. Los enemigos de David y los que le odiaban, no tenían pruebas de que el monarca había planificado iniquidades contra ellos. Solo el odio y el rencor los llevaba a querer verlo destruido.

David además pidió al Señor, que lo declarara inocente, y lo absolviera de todos los cargos ficticios que le pudiesen condenar. Qué triste sería el desenlace, si los que sin motivo eran enemigos de David tuvieran ocasión de alegrarse en su caída y guiñar el ojo en aparente triunfo. Para no ser burla de sus enemigos, David debía ser absuelto y declarado inocente de cualquier cargo, por eso, en su oración, pidió además al Señor, que lo Declarará inocente. La justicia humana puede fallar a favor de los malvados a pesar de que no existan pruebas fehacientes en contra de los justos, pero Dios en contraste a los jueces humanos, Él es un juez justo, y no declarara culpable al justo más bien lo absolverá de todos los cargos y lo declarara inocente.

Queridos hermanos, ante las falsas acusaciones y el odio injustificado de sus enemigos David clamó al eterno Creador para que lo defendiera y le declarara inocente de todas las falsas acusaciones. Además, pidió que le protegiera de la maldad de los hombres, para que ellos no tengan la oportunidad de mofarse ante su desgracia. Hermano, si en algún momento es víctima de falsas acusaciones, u odios injustificados por parte de los que le rodean, no planifique una venganza en contra de ellos, ni tampoco planifique una defensa detallada para cada uno de sus movimientos. En vez de eso, al igual que el salmista, con toda confianza, pida a Dios que pelee su batalla. Él limpiará su nombre ante los ojos de quienes realmente importan.