NÚMEROS 10
¡LEVÁNTATE, OH SEÑOR!
33 Así que después de salir del monte del SEÑOR, marcharon por tres días; y el arca del pacto del SEÑOR iba delante de ellos para indicarles dónde detenerse y descansar. 34 Cada día, mientras continuaban su viaje, la nube del SEÑOR se mantenía en el aire sobre ellos. 35 Siempre que el arca salía, Moisés gritaba: ¡Levántate, oh SEÑOR y que se dispersen tus enemigos! ¡Que huyan ante ti!; 36 y cuando el arca se ponía en tierra, Moisés decía: ¡Vuelve, oh SEÑOR, a los incontables millares de Israel!. NTV.
El pueblo hebreo tras recibir: las normas, los decretos, y los mandamientos del Creador, retomó su peregrinaje a la tierra prometida. La columna de nube que estaba sobre el tabernáculo, se elevó, marcando la señal para la partida del pueblo que se encontraba acampando a las faldas del monte del Señor. El pueblo hebreo pronto debía desarmar el tabernáculo de reunión y alistar sus pertenencias para ponerse en marcha, y seguir la dirección establecida por la columna de nube.
Durante tres días seguidos, el Señor alzó su nube del tabernáculo mientras los hijos de Israel marchaban por el desierto del Sinaí. En todo el trayecto del viaje, el arca del pacto iba al frente de la columna, marcando la ruta por donde el pueblo debía marchar en pos de la tierra prometida. Era evidente, el arca del pacto iba adelante en la procesión, sin duda esto simbolizaba la presencia de Dios en medio de su pueblo, brindándoles la tranquilidad para que prosigan en su camino.
El arca del pacto iba adelante para indicarles el lugar donde debían detenerse para descansar o para acampar. El pueblo hebreo durante esos tres días se dejó guiar por el Señor, fueron obedientes y marcharon hasta el lugar donde sería su nueva morada temporal. En esos tres días de viaje por el desierto, Moisés estableció un cántico cuando el arca del pacto partía, y otro cántico cuando el arca reposaba. Su cántico fue enfocado en la nube como la garantía solemne de que el Señor estaba presente con su pueblo.
Cuando el arca partía, Moisés levantaba su voz: “¡Levántate, oh Señor! ¡Que sean dispersados tus enemigos y huyan de tu presencia los que te aborrecen!” A través de estas palabras, Moisés reconocía que El Señor era el único capaz de dispersar a los enemigos delante de Israel. Y reconocía que cualquiera que se opusiera a Israel realmente se oponía al santo Creador. El Señor iba a ser victorioso aun sobre los que lo aborrecían.
Cuando el arca descansaba en el lugar donde se detenía la nube, Moisés pronunciaba: ¡Vuelve, oh SEÑOR, a los incontables millares de Israel! A través de estas palabras, Moisés invitaba al Señor a descansar en medio de su pueblo y oró para que el Señor nuevamente prestara atención al cuidado diario de los millares de israelitas. Era tal la confianza que Israel tenía por el desierto cuando seguían la manifestación de la presencia de Dios en la columna de nube y fuego. El pueblo a diario tenía motivo para alabar y glorificar al Señor.
Queridos hermanos, en su travesía por el desierto, Moisés confiaba en la protección y el cuidado de su Creador. Reconoció que las puertas del infierno no iban a prevalecer contra el Señor, y dispersaría a todos aquellos que tramen mal en contra de su pueblo. Hermanos, nosotros debemos tener la misma confianza de Moisés. Nuestro Señor a través de su sacrificio en la cruz del calvario, venció las fuerzas de las tinieblas, por eso, no debemos tener miedo, Dios guardará nuestros caminos y nos defenderá de todo aquel que planee mal en contra de nosotros.
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